En Santiponce, en el mismo atrio del Santo Centro de Itálica, unas horas antes de la Noche de Todos los Santos, una templada bocanada de misterio se llevó del ángulo oscuro el arpa silenciosa y cubierta de polvo y, en su lugar, una sibilina ráfaga de estrellas confió al rincón la impactante estampa de un lóbrego órgano gótico, tan esdrújulo como fantasmagórico. El sobrecogedor instrumento no cesaba de tronar como poseído por infinitas almas que parecían haber salido de cuantos libros dormían como las notas lo hacían en las cuerdas del arpa rescatada...
¿Sería el alma de Beatriz que, robada del Monte de las Ánimas, quedó prendida en esa biblioteca una Noche de Todos los Santos del año pasado? ¿O habrá sido la de Maese Pérez, que no ha podido evitar regresar para tocar el órgano más majestuoso de cuantos se hayan podido confeccionar?
Las señales del cielo eran inequívocas, tan certeras como la luna. La
lluvia y el frío negaban la aparición del fuego. El guardián invisible permanecía a
la expectativa...
Y entonces el órgano empezó a esculpir, con un diluvio de talento, una poderosa obra musical. Los relámpagos de las voces del alumnado complicaban la estruendosa algarabía...Y las mortecinas luces parecían no querer acompañar al Maestro. Pero Maese Pérez había vuelto a Sevilla para sellar los labios de los itálicos lectores que, sobrecogidos, renunciaban al latido de sus voces para pulsar el interruptor de sus receptores auditivos y asistir embelesados al último concierto de la criatura becqueriana. Cuentan que el alma de su hija le acompañó...Y que también andaban por allí la Mandadera, Doña Gaspara, el Marqués de Itálica, la Abadesa del Monasterio de San Isidoro del Campo y el Organista de San Isidoro del Campo y San Geroncio…
Cuentan que sucedió en la biblioteca del IES Itálica, unas horas antes de la Noche de Todos los Santos de 2018...Cuentan que, horas más tarde, en plena noche, el fuego redujo a cenizas las ánimas allí congregadas...
De izquierda a derecha: Mandadera, Hija de Maese Pérez, Doña Gaspara, Marqués de Itálica y Organista de San Isidoro del Campo y San Geroncio
Gótico y estilizado, de piel cartón ha sido confeccionado
Entonces quise gritar, pero no pude
Y un fraile desgastado vela por el arte que está apresado
El fuego rinde plegarias al alma de Maese Pérez
No temas a ser quemado, pues por la música fuiste salvado
Ora pro Nobis con candor y sin temor
La hija de Maese Pérez lamenta la muerte de su padre mientras tocaba el piano
Entre tanta desdicha parece encontrar una salida
Y entonces toca, con pavor, la mano de su progenitor
Atónita, no puede dejar de asirla
Y decide aferrarse a las teclas del amado instrumento de su padre
Y así encuentra alivio a su tormento
Felices porque vuelven a sonar las diáfanas ondas del órgano
Organista y Marqués sonríen a la vez
La leyenda revive en Itálica y sus protagonistas, felices, lo celebran
Se elevan las diáfanas ondas de incienso y suena el órgano
El guardián del fuego respira justo detrás de las velas
Toda pena cesa a la par que se degusta un buen manjar
Las almas más cándidas se tornan gélidas cuando el órgano comienza a sonar
Gótico y esquivo, el órgano más altivo
De izquierda a derecha: Marqués de Itálica, Mandadera, Organista de San Isidoro del Campo y San Geroncio, Hija de Maese Pérez, Doña Gaspara y Abadesa del Monasterio de San Isidoro del Campo.